Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100430
Legislatura: 1901
Sesión: 16 de Octubre de 1901
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 36, 522-523
Tema: Sucesos de Sevilla

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Los sucesos de Sevilla tienen su origen en hechos que conocen todos los Sres. Senadores. Había allí una cuestión obrera; los obreros estaban asociados de una manera extraordinaria. La cuestión obrera en toda Andalucía presenta caracteres verdaderamente graves. Los Gobiernos todos, tanto el anterior como éste, han ido conllevándola con aquellas medidas que realmente estaban en su mano, porque es difícil la resolución del problema, y han ido conllevando, digo, la cuestión como se ha podido, hasta el punto de haber evitado grandes conflictos, de que ha estado amenazada toda aquella región.

Los obreros del campo habían llegado a ponerse de acuerdo con los de la capital y con los de los pueblos, y amenazaban con un paro general. Esto se ha ido evitando por medios parciales de los Gobier [522] nos, por la ayuda de los patronos en algunos puntos y de las autoridades locales; pero llegó un momento en Sevilla en que, por el paro de algunas fábricas, quedaron sin ocupación muchos trabajadores, más de 1500; y esos trabajadores, que estaban ya en relación con los de las demás fábricas, trataron de influir en sus compañeros para que abandonaran todos el trabajo; se resistieron éstos a abandonarlo, y de aquí surgieron los primeros actos de violencia de los obreros que habían quedado sin trabajo a consecuencia del cierre de varias fábricas con aquellos otros que seguían trabajando.

Empezaron las violencias de esa manera, unos obreros queriendo obligar a otros a abandonar el trabajo; pero, sea por las mismas coacciones que los obreros que no tenían trabajo cometían contra los que estaban trabajando, o sea porque encontraron verdadera facilidad en atraerse a estos últimos, el resultado es que los obreros que se habían quedado sin trabajo por el paro de ciertas fábricas, fueron a aumentar el número de una manera extraordinaria.

Entonces quisieron llevar las cosas más adelante; por la dirección peligrosa que allí tienen las huelgas, echaron a las calles a las mujeres y a los niños y formando diferentes grupos quisieron atropellarlo todo.

De aquí resulta que la autoridad civil, a la cual se acusa de debilidad, me parece a mí que se condujo todo lo bien que podía conducirse, dados los elementos con que cuenta; porque en una población como Sevilla, con una manifestación de obreros cuyo número excedía de 3000 y con las mujeres y los niños formando diferentes grupos, era imposible que el gobernador con los pocos elementos con que contaba atendiera a todo. Hay que advertir que en Sevilla sólo tiene a sus órdenes 60 guardias civiles, que con los otros 60 ó 70 agentes de orden público, forman en totalidad 120 ó 130 individuos, número que en momentos de desorden no sirven para nada. Así es que aquellas violencias no las podía evitar la autoridad civil, cualquiera que hubiera sido su conducta y su energía.

Por falta de medios y de elementos tuvo que acudir, pues, a la autoridad militar: ésta atendió a la solicitud de la civil, y entonces las cosas entraron en otro camino y se impidieron las violencias, y en estos momentos la tranquilidad me parece que es completa; los obreros han entado a trabajar en las fábricas y está asegurado el orden.

No quiero decir más sobre este punto, porque es una cuestión gravísima que hay que tratar con mucho detenimiento, con mucho estudio y con mucha circunspección. La trataremos; el Gobierno pedirá todo aquello que sea necesario, no sólo para restablecer el orden público donde quiera que se altere, sino para impedir la reproducción de hechos semejantes que desgraciadamente no ocurren sólo en España, sino en toda Europa y aun en América. La cuestión social toma unas proporciones extraordinarias en todas partes, y es necesario que el Gobierno se preocupe de una manera especial de la resolución de este problema para poder atajar el impulso que va tomando esta cuestión. Así es, que no digo más que lo preciso para satisfacer la pregunta del Sr. Conde del Moral de Calatrava, dejando todo lo demás para cuando terminen los sucesos, y, sobre todo, para cuando el Gobierno proponga al Parlamento aquellas medidas que sean necesarias para impedir en lo posible acontecimientos parecidos a los que han ocurrido en Sevilla, ocurrieron antes en Gijón y en otras partes de la Península y han sucedido también en otras partes de Europa.



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